miércoles, 6 de mayo de 2015

Locura emocional




En 1996 sale en segunda época la Revista Cárcel Propia con los espectaculares de: Mercado Romero beneficiario del narcotráfico.
Desde luego que la locura emocional ya estaba haciendo estragos en la humanidad de nuestro protagonista pues con esta publicación lo que buscaba era la muerte al no poder llevar qué comer a su casa, al no poder atender como hombre a su mujer quien lloraba en silencio escuchando las letras de las canciones de Ana Gabriel: Cuánto daría por gritarle nuestro amor... y luego otra: Luna tu que lo vez, dile cuánto lo extraño... y otra: Tantas cosas por decir pero tu no te propones... estas como si nada... No escuchaba, no podía entender el grito desesperado de la dama quien advertía que lo estaba perdiendo. No entendía pues la presión sicológica por saberse perseguido lo encerró en una locura emocional que lo llevó a aceptar la compañía de la bebida.
Le pedía a su Dios que mejor muriera pues también sus propios compañeros de prensa lo hostigaban, lo despreciaban pues ¡era el único que no recibía convenio de prensa! Un día se formó en la cola para pasar ante Federico Riestra Castro; una cuarentena de 'periodistas' cobraron su cheque mientras que a Jacinto Romero simplemente le dijo: No hay nada para ti, no hay dinero... Ya no tenía fuerzas para exigir, mudo se retiró pasando por entre Pedro Juárez, Bertoldo Velasco y otros más que alegres reían al estar seguros que ellos sí recibirían su chayote mensual.
Sin zapatos buenos, sin ropa adecuada, sin dinero, sin esperanzas la única salida que le ofrecía la vida era la bebida gratis. Un día con Manuel Castro, otro con David Rolland, y los menos con Sebastián Díaz se refugiaba para adorar al Dios Baco lo que le permitía llegar en estado inconveniente a su hogar, donde la dama lo esperaba ilusionada que llegaría con bolsas llenas de mandado o dinero para que ella fuera al mercado. No era así.
Ni el uno ni el otro hablaron: Nunca se sentaron como adultos a platicar sobre la situación por la que atravesaban. Sólo gritos y reclamos eran la constante. Él no quería empujar a su familia a la locura emocional que lo embriagaba. Creía que con su silencio no los haría sufrir lo que él sufría; no se daba cuenta que los hacía sufrir por su falta de responsabilidad.
La locura emocional producida por la fatiga mental paraliza, no permite moverse, pensar, reflexionar, conectarse con la realidad. ¡Eso era lo que lo aquejaba! Pensaba que era mala suerte, que lo tenían embrujado y así caminó como zombie por varios años hasta que la mujer un día lo corrió de la casa. Era el 15 de enero de 1999.

Pensó en el suicidio pero una mujer cabaretera, como si su Dios lo hubiera puesto en el camino, lo abordó horas antes de que sucediera. Qué tienes, hace días que te observo y me parece que sufres mucho -- le dijo la mujer de mediana edad, (voluptuosa, de piel cobriza, suave como la porcelana) al sentarse a su lado en las afueras del mercado Madero donde acudía a refugiarse de la soledad. Ese fue el comienzo de una relación torcida, empujada por el universo que conspiraba para que ese hombre cumpliera con su cometido en la Tierra.
También ahí conoció a otra dama que lo llevó por senderos satisfactorios de sexualidad reprimida pero eso sí, sin poder cumplir con las necesidad urgentes que después descubriría buscaba en otros lados la mujer.
Por más de 14 años visitó los grupos de autoayuda de doble a hasta que Dios le abrió las puertas del infierno para dejarlo salir, al conocer que sí había una solución para su sicosis emocional. ¡Un Grupo de Neuróticos Anónimos! Ahí se dio la oportunidad de estudiar su caso, ahí se dio cuenta que no era un demente, un loco como se le dice coloquialmente al ente que hurga entre los tambos de basura o pasa por las calles con una cobija y un par de perros sin rumbo fijo.
Antes, cuando aún visitaba a los doble a, con la mente un poco confusa, el 7 de mayo de 2009 habría presentado queja ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) contestándole ésta que aceptaba la queja, pero para tener más datos, y organizaciones que le avalaran su dicho, le envió algunos formatos que debería llenar conforme a los Acuerdos que para tal fin tenían establecidos. Al leer la respuesta de la ONU, Jacinto Romero lloró de alegría.




(6ta de 40 entregas)