miércoles, 31 de agosto de 2011

Otra causa...

La persecución al Periodista Maldito se magnificó el día que Armando Aguilar Ruibal acompañaba a Raúl Antonio Ortega Salgado, esto fue el 7 de febrero de 1993, día de las elecciones electorales locales en que perdió el PRI en BCS.
El doctor Carballo González y el Pilarillo del mismo apellido, prestanombres del Chorizo Ortega como conocían al segundo nombrado, por la tarde de ese día señalaron al periodista como un individuo que estuvo todo el día vigilando la casilla y que por eso no pudieron meter las boletas previamente marcadas.
El Chorizo y su acompañante voltearon a donde se encontraba el señalado, dejando caer esa mirada de quien se siente dueño de vidas y haciendas.
-- Ese cabrón fue el que me exhibió por la muerte de mi secretaria -- Confió Aguilar Ruibal a su cómplice.
Resulta que un día de Dios, se encontraba el Periodista Maldito en la casa de la familia Martínez, vecina de su domicilio jugando a la baraja cuando de pronto escuchó a Salvador Nazzar González -- Mi hijo fue a a la cárcel a visitar al Guero Desmadre.
Terció el chueco Martínez -- Ese va a pasar el resto de sus días en el bote porque hay línea de arriba
-- No hubo abogado que lo pudiera ayudar  -- agregó Chava Nazzar -- los amigos le llevan dinero o comida pues la que dan ahí no está muy buena que digamos
Intervino el Periodista Maldito -- Si quieren puedo hacer algo para que salga --
De inmediato los 'malilleros' se vieron a los ojos -- No te vayas a enojar pero 'periodistas chingones' le quisieron ayudar y no pudieron hacer nada -- agregó -- el tio de la muchacha es Juez del Tribunal y fue quien dió línea para que nadie le ayudara.
-- Bueno -- insistió el Periodista Maldito -- si sale o no ya estará de Dios.
Dos años después José Vicente Medina Hallal fue dejado en libertad por desvanecimiento de pruebas acusatorias. Sobre esa crónica Héctor martín Ojeda de la Rosa dejó parte de su investigación en el semanario El Guaycura y Cárcel Propia.
-- A ese cabrón -- le dijo Armando Aguilar al Chorizo en 'la Jaula de las Locas' (departamento que utilizaban los bisexuales del poder para sus orgías) -- me lo chingas.
(2da entrega de 40)

Por esto se inició mi persecución...

Trabajaba en el periódico (semanario) El Guaycura, comandado por José Montaño que aparecía como director y con Manuel Bañuelos que hacía las veces de jefe de redacción, pero realmente era quien se llevaba las ganancias del semanario.
Un día de 1991 cayó una avioneta en Las Cruces, a 40m km de La Paz, que traía 700 kilos de cocaína y una silla de montar, con las inciales PG, para la querida-esposa del Gobernador Víctor Manuel Liceaga Ruibal, Patricia Gutiérrez, pero para desgracia de los narcochalanes el operativo fue detectado desde que la avioneta cruzó la frontera con Guatemala, lugar desde donde fue seguida por los radares gringos quienes ordenaron a los militares nacionales que la detuvieran o no les daban la estrellita de buenos muchachos que combaten el tráfico de droga.
Los operadores de tierra, una vez con la carga en sus vehículos, se dirigieron a una casona de las calles Ocampo y México, donde después taparon las evidencias colocando unas oficinas del ISSSTE, lugar hasta donde llegaron los soldados. Los chalanes dejaron las cosas ahí, y se fueron.
Frente al lugar, de casualidad me encontraba visitando a un amigo, y desde donde pude grabar 'cómo se logró la confiscación'
De inmediato redacté la nota, a la que Manuel cabeceó con "Peces gordos", cuidé de no mencionar los nombres de los protagonistas pero sí dejando entre líneas la ubicación de sus despachos, para que los 'conveniados' no detectaran las coordenadas de qué o quienes estaba detrás del operativo.
¡Salió publicado!
De inmediato Julio César Saucedo Pineda (QEPD) habló por teléfono con Bañuelos a quién ordenó me despidieran del semanario de lo contrario 'el señor' le retiraría el chayote.
¡También!, en ese momento me encontraba en las oficinas viéndole las caderas a la secretaria, ¡Umh!, cuando Manuel descolgó el teléfono a esa llamada 'oficial' luego empezó a balbucear: Si, señor, si como no. volteaba sus ojos a su escritorio, a la pared, al piso, evidencia que me produjo la sensación de que era de mí de quien hablaban. No me equivoqué.
A la siguiente entrega  (me pagaba 100 pesos por 7 notas) no me recibieron los trabajos pues José Montaño alegó falta de dinero para seguir en las filas del semanario.
(1 entrega de 40)